sábado, 11 de septiembre de 2010

POR FIN ALGO DE ACCIÓN!!

Volvió corriendo hasta donde estaban sus compañeros de barco.
Cuando llegó, los tripulantes, aún dormían profundamente.
Se acercó a Atilio; ladraba y mordisqueaba su pantalón, lamía su cara, pero nada, Atilio se daba vuelta y roncaba más fuerte.


Fue hasta donde estaba Lucio. Le quitó con los dientes una de sus botas y comenzó a lamerle la planta del pie. Lucio que tenía muchas cosquillas, reía dormido. Tanta, pero tanta era la cosquilla, que finalmente despertó.
- ¿Qué te pasa Pupy, por qué me hacés cosquillas?- Entonces la perrita empezó a ladrar y hacer señas para que la siga. Pero el pobre Lucio no entendía nada, solo quería volver a su siesta. Desesperada, Pupy mordía y tiraba del pantalón, hasta que finalmente, Lucio dijo:
- Bueno, está bien. ¿A dónde vas a llevarme? Vamos.
Corrió detrás de Pupy y llegaron hasta el gran helecho. Lucio miró y entendió el porqué de la desesperación de la perrita.
La situación había empeorado, porque Miguelito se encontraba fuera de la jaula, amarrado con una frágil cadena y se acercaba peligrosamente a los prisioneros. El, quería comer. Diez días en ayuno, era demasiado hasta para un monstruo. Nunca lo habían tratado tan mal... se iba a quejar al sindicato de los monstruos.
Lucio sabía que solos no podrían contra el Capitán Juárez, sus hombres y por si fuera poco, el hambriento Miguelito.
-Vamos Pupy. Tenemos que despertar al Capitán Otto y a toda la tripulación, para que nos ayuden- dijo a la perra
De nuevo a gran velocidad, corrieron hasta la otra punta de la isla, donde la tripulación, seguía durmiendo cómo si nada.
Lucio, sacudió fuertemente al Capitán Otto, mientras gritaba:
- ¡¡¡Capitán, Capitán... despierte¡¡¡ ¡¡Tenemos una emergencia!!
- Hay un grupo de gente que está punto de ser devorada por un monstruo gigante y hambriento, que lanza llamas – dijo agitado.
Los marineros con tanto alboroto, despertaron. Entonces, Otto les ordenó:
- ¡¡¡A las armas mis valientes!!!. Pero, Shhh.... en silencio, tenemos que sorprenderlos...
En fila india se fueron acercando sigilosamente hasta donde estaban los bandidos, los prisioneros y Miguelito.
El capitán dió orden de rodearlos sin hacer ruido, los iban a tomar por sorpresa.
- Por fin algo de acción- gruñó contento.
                      
                                 CONTINUARÁ

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